Diariamente nos exponemos a un sinfín de mensajes que pregonan que cada uno «puede lograr todo lo que se proponga». Llegamos a pensar que casi tenemos derecho adquirido sobre el cumplimiento de nuestras expectativas…
Bueno… No… ES MENTIRA. Sí, puede que moleste, pero es lo más cercano a lo real.
Te pongo un ejemplo claro: yo no puedo ni podré jugar al fútbol como Messi o James Rodríguez (ni en esta vida, ni en 10 reencarnaciones). Es más, pensándolo mejor, creo que para ilustrar mi falta de aptitudes para el “balón pie” no son necesarias referencias de semejante talla. No, simplemente no se me dio por ahí; por más energía y esmero que le ponga.
Esta es una excelente noticia dado que tengo muy claro por donde no va lo mío. Entonces, ¿cuál es mi juego?
Entiendo que ese tipo de discursos motivacionales tienen como propósito inspirarnos y abrirnos posibilidades. Sin embargo, desde mi mirada a veces se convierten en una trampa ¿Por qué? Porque toman a las excepciones como reglas: Que a Walt Disney lo echaron de un diario por falta de ideas o que Winston Churchill repitió sexto grado y llegó a primer ministro recién a los 63 años.
Todos casos excepcionales. Y quizá por esta condición sean tan inspiradores. Pero el «engaño» radica en que cuando se cuentan la excepciones como reglas, estamos generando automáticamente un «deber ser». Mientras vivimos atrapados en la fantasía de que podemos lograr todo lo que QUEREMOS, en cierta forma, nos perdemos de lograr de todo lo que PODEMOS (que es mucho mucho más de lo que CREEMOS que podemos). Ahí reside, a mi juicio, nuestro auténtico potencial. En el compromiso de poner foco y energía en nuestro elemento*.
El pensamiento mágico de nuestro estado de niño es formidable para activar la imaginación, la creatividad y conectar con lo místico de la vida. Pero también, necesitamos habitar y accionar desde nuestro “adulto”, esa parte de nosotros que mide habilidades, recursos, oportunidades, posibles dificultades, y arma la estrategia más efectiva para innovar y crear valor.
La gente produce lo mejor cuando hace las cosas que ama, cuando está en su «elemento».
Sir Ken Robinson
Desde esta perspectiva, se abren posibilidades mucho más concretas porque surgen en afinidad con talentos y habilidades propias. Sir Ken Robinson, especialista en creatividad y educación, nos instaba a encontrar nuestro «elemento» (eso que nos apasiona) en su best-seller homónimo.
Por su parte, desde la Teoría de las Inteligencias Múltiples, Howard Gardner aportó una mirada disruptiva respecto de la capacidades humanas, según la cual, antes de juzgar si alguien es más o menos inteligente deberíamos revisar cuál es el criterio para medirla. Gardner destaca al menos ocho tipo de inteligencias. A partir de esto, podríamos decir que Roger Federer es tan inteligente como Stephen Hawking solo que en diferentes inteligencias: el primero en la corporal kinestésica y el segundo en la lógico matemática.
Por lo tanto, qué tal si nos permitiéramos mirar con adultez nuestros límites para aceptarlos con grandeza y desde ahí enfocarnos en nuestro auténtico potencial, ¿cuánta energía recuperaríamos para nosotros?
Entonces, ¿Cuál es tu elemento? ¿En qué juego de la vida sos crack?