Me parece muy poderosa la distinción entre ConSCiencia y ConCiencia. Aunque a veces se usan de forma indistinta, cuando decimos ConSCiencia nos estamos refiriendo al “darnos cuenta”; mientras que ConCiencia (en la acepción que vamos usar acá) está relacionado al dominio moral.
Por ejemplo cuando escuchamos: “Es un inconsciente* porque maneja una moto y no lleva casco”, no estamos indicando que NO SE DA CUENTA de ello sino que está haciendo algo que ESTÁ MAL. (*aunque lleve SC se refiere al segundo caso).
Tomar conSCiencia de las normas y mandatos que nos habitan nos da la posibilidad de explorar cómo ha sido programada nuestra “buena conciencia”: lo permitido y lo que no; lo bueno y lo malo; lo correcto y lo incorrecto.
En tal sentido, es interesante ver cuáles son los valores que nos mueven y qué estándares o directrices tenemos para cada uno de ellos. Por ejemplo, ¿cómo mido la Libertad en mi vida?¿Qué debe ocurrir en nuestro entorno para que podamos actuar libremente?
Es que algunas creencias que modelan y dan fuerza a estos valores a menudo contienen aspectos limitantes que nos empujan una y otra vez a situaciones que nos provocan sufrimiento.
La mayoría estaríamos de acuerdo en que el Respeto es un valor fundamental para que las relaciones prosperen. Pero, qué sucede cuando ese valor tiene como estándar respetar la opinión de mis padres aún a costa de mi integridad. Qué pasa con nuestra auto realización cuando nos encontramos atadas a esas lealtades nunca pactadas.
Por lo general, en estas situaciones influye el habito de tener-la-razón. Esta estrategia del ego implica un fuerte compromiso con nuestra identidad. ¿Quién soy yo sin mis memorias y mandatos? ¿Qué queda «de lo mío» si tomo mi propio camino? ¿Qué pasa conmigo si me despojo de esa “herencia” y provoco que el otro se aleje?
Quizá en lo profundo estos mandatos inconscientes como “no seas mejor que tu mamá/papá” tengan como íntimo interés mantenernos a salvo. ¿Cómo? Cumpliendo para evitar la ofensa y no correr el riesgo de desaparecer de la mirada de nuestra fuente de amor y reconocimiento.
Entonces, ¿qué tal si nos comprometieramos a ser congruentes antes que convenientes? ¿Qué sería diferente si nos dieramos permiso para ser leales a nosotros mismos?
Si te resultó interesante, comparte este post